Lo días del invierno
acarrean consigo un pocillo
caliente de chocolate,
batido con el viejo molinillo
de la abuela
que guarda vestigios de
amor,
la espuma que corona la
bebida
hace que cada sorbo sea un
verdadero agasajo,
y con una magia inexplicable,
en la boca estalla el júbilo
de los cacaos en flor.
© 2018. Mayela Bou
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