junio 26, 2012

CENTINELA DEL RIO CHICAGO


Centinela del tiempo que levantas tu mirada al cielo,
guardián de la noche, de los más fríos y blancos días del invierno,
pequeño niño que juegas siempre a las riveras del manso río,
custodio de la ciudad de viento.

Navegando sobre matices, reflejos luminosos de jade, te encontré.
Te vi firme, sereno y placido por la faena tanto tiempo realizada,
tu mirada y la mía se cruzaron, llenaste mi alma de tu nobleza
y bastaron unos segundos para escuchar tus proezas e historias.
Con la voz bajita y en el mismo idioma, susurramos los secretos guardados, esos secretos que se guardan al fondo del río, o en la dureza del hiero forjado.

Me hablaste inquieto, me exigiste mis letras, te vi grande y majestuoso, viejo y abandonado, no pude contener mi deseo de escribirte un verso, una leyenda,  un poema que cuente la historia del centinela que un día unió los caminos, que procuró su calle a los transeúntes, soñadores que inventaban historias sobre las aguas verdes del río Chicago, vidas que se ahogaron en llanto, parejas que cruzaron enamorados y tomados de la mano soñaron con el amor, vagabundos que se arroparon sobre tu manto, lugar donde la luna guardó sus más tiernos encantos.

Centinela del río… guardián de la vida, amigo del verso, te he encontrado una mañana cálida de domingo, me saludaste con la elegancia que aprendiste sobre la marcha de los barcos y sus capitanes, para quienes alzaste la mirada al cielo.

Viejo amigo, abandonado y triste, aquí está mi corazón para que palpites  a la vida una vez más, custodio del tiempo… de mi tiempo y de mis letras, vive, vive esta noche solo para mí!