julio 25, 2015

Ellas.

Un día de estos me levanté antes de que el sol saliera, temprano, muy temprano, para ir a un laboratorio clínico a que me hicieran unos exámenes de triglicéridos y colesterol, y todos esos exámenes de rutina que el médico recomienda antes de una cirugía.
Llegué al laboratorio, estacioné mi coche y al llegar a la puerta del lugar, estaban cuatro mujeres sentadas en el murito del jardín. Saludé e intenté abrir la puerta del laboratorio.
Ellas dijeron en coro: _Está cerrado.
Vi mi reloj y aún no eran las 6:00 am por lo que me quedé con ellas haciendo la espera.
Todas teníamos un botecito con orina en nuestras manos. Eran mujeres jóvenes entre los 20 y 40 años, me miraban con cierta desconfianza, hasta que una de ellas, me preguntó:
_ Disculpe, usted trabaja aquí o viene a exámenes?
_ Vengo a exámenes._ Dije sin buscar entablar conversación.
Ella insistió en preguntar:
_ ¿Y este laboratorio es bueno? ¿Debe ser caro verdad?
Levanté la mirada de mi celular y me dispuse a conversar con ella, las otras tres aun seguían con semblante de desconfianza.
_Si, es un buen laboratorio, y los precios no son tan altos como otros.
Acomodando la espalda en un pedacito de pared y dispuesta a contarme su hazaña, la mujer de unos 35 años, de vestimenta sencilla, cabello rubio pintando, cejas dibujadas a lápiz, sus ojos resaltados con un contorno ancho y negro, labios brillantes y tez morena, me dijo:
_ Es que fíjese que a nostras nos han mandado de Flor de Piedra, sabe usted lo qué es eso?
Le dije, _Si, si sé lo que es._
Ante mi respuesta las otras tres clavaron su mirada en mí.
_ Pues es que hay una señora de billetes que nos ha pagado los exámenes de SIDA y todas esas enfermedades a las que estamos expuestas, porque dice ella, que nos va a sacar de esta vida que llevamos en la calle Celis antes de que nos vayan a matar. Y qué ya con los exámenes nos van a dar trabajo en una panadería de la que ella es dueña._
Dirigí la mirada a las otras 3 mujeres y les dije:
_Solo asegúrense de qué sea cierto lo del trabajo y espero que todos sus exámenes salgan bien para que puedan emprender un nuevo camino, en verdad me alegra. Flor de piedra está haciendo una gran labor con ustedes._
Las otras tres bajaron la guardia y me sonrieron.
El reloj marcó las 6:00 am abrieron el laboratorio, al entrar le dije a la recepcionista:
_Las señoras vinieron antes que yo, atiéndalas a ellas primero.
Las cuatro me miraron fijamente, llamarlas señoras, las dejó con asombro, sus ojos tenían un destello de esperanza, yo sentía que el corazón me latía fuerte y mis esperanzas se unieron a las de ellas, éramos 5 mujeres pidiendo al universo cambiara el rumbo de sus vidas. No vi cuando se fueron, pero me despedí antes de entrar al cubículo, les desee suerte y les dije: “empodérense que todo va a cambiar”.
Cuando fue mi turno para que me sacaran sangre, ya se me había olvidado el miedo que me dan las agujas.
He pasado días y noches pensando en ellas, en su futuro, deseando con todo mi corazón que su salud les permita comenzar de nuevo, he llorado imaginando que pudieran estar enfermas, y qué ahora que la vida les da una oportunidad no puedan tenerla. Quiero quedarme con el final feliz de la historia, quiero pensar que un día me he de llevar un pedazo de pan a la boca elaborado por sus manos llenas de historias, mientras tanto les honro con lo único que tengo para darles.



Ellas.
Ellas, las mujeres de la calle Celis, las de mirada rota, ojos tristes y piel quemada.
Mujeres de conciencia dormitada, de sueños fragmentados y sonrisas congeladas.
Ellas, las que la iglesia lapida, la humanidad condena, la familia rechaza, y la vida les da la espalda.
Mujeres de doble existencia, tristezas y alegrías, realidades y fantasías, semblantes muertos en vida.
Ellas, las mal llamadas prostitutas de la calle Celis, las mujerzuelas de San Salvador, las que tienen su valía guardada en las bolsas del pantalón de los clientes que asechan sus cuerpos. Ellas que no soñaron esa vida, que no nacieron marcadas, ellas, ahora atrapadas en la inmundicia de la humanidad.
Algunas llevan los años a cuestas, enredados con historias que navegan en las lagrimas que salen de sus ojos ante la pregunta de un ¿por qué?, otras llevan la frágil niñez escondida en los únicos pedacitos de juventud que les ha quedado, y muchas aun brillan con el maravilloso destello de la infancia, esa magia que pasa por ellas hambrienta y vertiginosa.
Ellas, las reinas de la noche, las del contoneo libre de caderas, mirada seductora y tristeza en el alma, las que dicen cualquier vulgaridad sin ser sancionadas, las que ríen a carcajadas y lloran en el silencio de las frías madrugadas. Ellas que escriben nombres sobre los colchones de sus camas, las que deambulan al filo de la esperanza, y cuentan las horas con el sonar de las monedas del mal llamado mercado de amor.
Ellas, las de la vida fácil, las impuras, como les llaman las beatas y bienaventuradas, mujeres de la vida alegre, qué de alegría no llevan nada, esas mujeres que todos creen vanas y desalmadas, a las que el amor y el destino les hicieran una mala jugada. Ellas, a las que nuca les procuraran el calificativo de “señoras”, las indomables más débiles de la sociedad, las habitantes del inframundo de los placeres, las que pierden la mirada en los techos de sus covachas, rogando que el tiempo se marche borrando esas huellas. Ellas que huelen a lamento, que visten desolaciones y comen desprecios.
Ellas, a quienes después de una noche de trabajo solo las abriga el viento, por compañeras la luna y las estrellas, caminantes de las calles desoladas, ellas que bajo las piedras esconden su infortunio en espera de una dulce primavera.
Ellas, mujeres como vos, como yo, como todas. Propietarias de sus vidas y sus entrañas, merecedoras de respeto, mujeres valientes que caminan junto a la muerte, dueñas de sus secretos.
Ellas, las señoras de la calle Celis, para mí, las emperatrices de San Salvador.
Ellas, mujeres, compañeras, las musas en esta noche de versos y poesía.
© 2015. Mayela Bou

julio 20, 2015

REBELDÍA

REBELDÍA

No quiero luchar contra
la dulce rebeldía de tu recuerdo.
Virtud de mi vida,
desobediencia,
poderío y lucha,
libre rebelión del corazón.
Y al final ,
abrazada a la memoria
de aquellos días llenos de amor.
Causa perdida.

Mayela Bou
Copyright©2015

julio 12, 2015

RETAZOS


Yo crecí entre retazos de tela,
y aprendí a hilvanar con hilos de seda 
la vida, las alegrías y el dolor.

Pedacitos de infancia, adolescencia,
juventud y madurez, tramados con
el silencio de la soledad y enredados
en las horas de llanto perfumado
con el sueño de la libertad.

Yo viví entre agujas y alfileres
cuidando no se clavaran en mi corazón,
buscando la puntada perfecta
que uniera, vida, sentimiento y razón.

Yo crecí entre patrones extendidos sobre una mesa, 
tijeras, cinta y medidas con exactitud,
y es así, de retazos, que mi vida se ha formado,
pedacitos de un todo que me hicieron mujer.



Mayela Bou
Copyright©2015