marzo 04, 2014

Ella...



Ella… que inmortalizaba sus largas noches en una taza de café, y que ahogaba el dolor en cada sorbo, de la misma manera en la que el grano lo ahogó en el molino que le trituró, ahora ambos eran esencia. Ella… que buscaba leer al fondo de la taza su devenir y nunca vio más que letras y estrellas, caminos inciertos, tiempo de poemas, amores inexistentes.

Ella… que cada noche supo que la vida le enamoraba, que buscó en los rinconcitos de su alma esas ganas locas de vivir, y que al alba las guardaba dobladas en los anaqueles de sus horas vacías.

Ella… que sabiéndose diferente, buscó caminar por las veredas del mundo ya trazadas, pasos nocturnos, silenciosos, prudentes, de tal forma que nadie descifrara que su camino era otro. Caminó por calles de alabastro, y cuando fue necesario se quito los zapatos para conectar con la tierra,  en su camino le acompañaban las esquirlas hirientes una infancia solitaria, huellas de su pasado, los insectos  cantores de sus campos inventados, la suave caricia de un rayo de luna y aquel primer beso que le hacía temblar el recuerdo.

Ella… que sabiéndose en la ruta equivocada, sonrió siempre para los demás, entregó, amó y vivió con la medida de lo que pudo ser, de lo que pudo dar. Ella… que añoró  cada instante de su vida correr en los campos abiertos de su vibrante corazón, caminar despacito por su propio cuerpo, ese lugar  sagrado donde nada está determinado, donde se es libre, donde corre el agua, donde habla el viento, y la mar bordea el alma.

Ella… que un día sin más ni más cambio la brújula, buscó su rumbo, abrió las alas, soltó las riendas y descubrió su cielo, su sendero. Ahora descalza sobre su propio tiempo,  las alas llenas de sus mágicos misterios, sus ojos repletos de sueños color ámbar y envejecidos por los pliegues del tiempo, ella… que extravió los latidos de sus musas amadas y que ahora los busca en noches despejadas, ella, vagabunda de sus propias calles, tarareando su propia cantinela, libre en su camino, dueña de su destino, amante de los pasos que da cada noche sobre la silueta de la vida. Ella… ahora libre, hija del arcoíris, amante de la luna, dueña de su poesía, peregrina de su propia existencia, constructora de sus días,  propietaria de su camino… ella… que sorbo a sorbo, noche a noche construye, recogiendo los  pedacitos de todo lo que había perdido.

Ella…   



 © 2014. Mayela Bou