octubre 15, 2013

Abraza....


...Abraza la soberbia que hay en ti, porque detrás de ella hay una niña no querida...
...Abraza la exigencia que hay en ti, porque detrás de ella hay una niña que no ha sentido el amor...
...Abraza a la “agradadora eterna” que hay en ti porque detrás de ella hay una niña rechazada...
...Abraza la ira y el enojo que hay en ti, porque detrás de ella hay una niña abandonada...
...Abraza a la solitaria que hay en ti, porque detrás de ella hay una niña excluida y discriminada...
...Abraza el desgano, la apatía, la falta de sentido, porque... detrás de todo esto, está tu niña padeciendo ser quién no es...
...Abraza el dolor que hay en ti, porque detrás de él hay una niña lastimada...
...Las niñas que habitan dentro de nosotras, están empezando a manifestarse y esta vez no van a parar hasta ser escuchadas...

...Por favor, desde lo más profundo de mi corazón te pido, no la silencies más...
...aprender a integrarla, a comprenderla, a abrazarla, a liberarla, devolverla a la vida, esta es la tarea de hoy, 
te aseguro que es el camino para que tu Divinidad baje a la tierra...

...Baja por favor a la Tierra...

-Pamela Labatut-
 


septiembre 15, 2013

Kilómetro 47



La vida se nos presenta con diferentes matices, a veces deslumbrantes  y otras veces insignificantes, y no por ello deja de ser el mejor de los regalos.
Tomar la vida cada día es una responsabilidad que vamos asumiendo con valentía, con conciencia y con honor; con el pasar de los años vamos descubriendo la magia que trae el acto de vivirla.
Cuando descubrimos que la sencillez de las cosas es lo que verdaderamente le da color a nuestros días, entonces somos capaces de ver la vida en su verdadera dimensión.

Kilometro 47, un año más que celebro  mi existencia, días en los que la vida se ha pintado para mí con sus mejores colores, brillo de arco iris,  sin omitir algunas épocas, noches oscuras,  que por ser deslucidas se borraron por completo, dando paso a la luz, al brillo de la existencia.
Cumplir 47 años me hace pensar en todas esas cosas que deseo en la vida, y que al final parecieran casi nada, pero para mí lo son todo.

Deseo poder ver cada mañana el resplandor de la vida  en los ojos de mis hijos mientras ellos estén a mi lado, la ternura de sus palabras nocturnas deseándome un feliz descanso. Deseo que cuando se hayan ido de casa éste sea el recuerdo más dulce y tierno que me acompañe.
Deseo quedarme sin aire a causa de la risa que provocan los amigos reunidos en amenas tertulias alrededor de una fogata,  recordando el pasado, inventando el futuro, repartiendo el gabinete  presidencial.
Deseo a mi gato Luna cada madrugada calentando mis pies, el ronroneo de su corazón, los ronquidos de mi perrita mientras me acompaña en las noches interminables de lectura, el sonido de los grillos y el silencio hermoso de cada amanecer.
Deseo la compañía calentita e incondicional de mis hermanos, los besos que mi madre guarda sobre mi frente,  el instante en el que mi mano es acuñada dentro su mano, deseo abrazos sinceros y tiernos, esos que los hermanos mayores le dan a su hermanita menor.
Deseo música en el alma, la guitarra de Rodrigo vibrando en las madrugadas,  un pedazo de cielo en donde escribir mis versos, musas que me quiten el sueño,  perderme con las canciones de Serrat y Sabina como si fuera una trovadora junto a ellos, compartir los libros y un café con Pablo,  llorar cuando lo amerite el tiempo, gritar para vaciar el alma, reír, danzar y cantar sobre la partitura de la vida. Deseo las notas dulces y sencillas de una cajita de música con su balletista dentro de mi corazón, y cada noche un te amo soñoliento de Fátima,  leer los versos de Benedetti, soñar con las letras del capitán, e irme a la cama con las novelas de Isabel Allende.

Deseo más inviernos que veranos, caminar bajo la lluvia,  gotitas de luz aferradas a los hilos de mi pino, noches estrelladas, lunas rojas y azules, amaneceres en la playa junto a mis amigas, el verde de los arboles que rodean mi casa, las flores del jardín acompañando mis tardes solitarias. Y los pintorescos atardeceres que se guardan en la montaña. 
Deseo el gris melancólico del cielo, el azul profundo de las tardes de diciembre y el naranja de los atardeceres de verano. 

Deseo chocolate caliente para ver películas con mis hijos, las interminables sobremesas con los sobrinos, historias de familia, cuentos y leyendas que forjan nuestras memorias, deseo navidades con amigos y familia.
Deseo que mis noches taciturnas sean cortas, silenciosas, como también deseo noches apasionadas, largas e interminables. Deseo caminar sobre la piel del mundo, viajar con la imaginación, abrazarme a la ilusión y enamorarme las veces que sea necesario hasta encontrar el amor.
Deseo el recuentro con aquellos seres amados que hoy viven lejos, venerar a mis familiares muertos y honrar a los vivos, brindar por los amigos que murieron, y alzar la copa con los que aún estamos en el ruedo. 

Deseo ver los cafetales y cañaverales en flor,  amar esta tierra que me vio nacer, conquistar el mar y cruzar los cielos, ver cada mañana el volcán de San Salvador vestirse de azul, enamorarme de mi ciudad. Comer chorys y pupusas con los amigos e inventarnos un nuevo himno nacional.

Deseo seguir conquistando mi libertad, sostener mis convicciones, y ser leal a mis principios,  amarme y aceptarme como lo que soy, compartirme con los demás, servir con alegría a quienes me necesiten y buscar ayuda con humildad cuando las fuerzas y el dolor me roben la serenidad. Deseo que mi trabajo siempre recompense mis esfuersos de manera generosa y que nunca me falte trabajo mientras tenga fuerzas para laborar.

Deseo tardes y noches de café, de té, de cervezas y vino, de amigos y compañeros de camino, deseo escaparme de mi trabajo para reunirme con las amigas, mujeres que adornan la vereda del camino, compañeras, cómplices, camaradas, mis hermanas. 
Deseo abrigarme en los brazos de mi amante, cantar esa canción de amor que guardamos en el alma, robarle minutos al tiempo, espacio a la distancia, caminar de su mano la orilla del mar, y decirle cada día cuanto le amo.

Deseo más que un pan o una sopa caliente sobre mi mesa, la tranquilidad de ganar mis alimentos con el fruto del trabajo, deseo tantas cosas materiales como las necesite, nada que me aparte de mi esencia, que comprometa mi verdad.
Deseo que el tiempo que me faltan por vivir, me sorprenda cada día y me enamore de la vida con la misma pasión que lo he hecho estos 47 años.

Todo cuanto deseo pareciera casi nada, pero para mí lo es todo.


Bienvenido sea mi kilómetro 47! 




agosto 20, 2013

“Yo te busco porque podría escribir un libro sobre una caricia tuya
 y cien tomos sobre una tarde contigo.
 Pero sobre todo te busco porque 
sólo tú sabes cómo se borra el contorno
 inacabable de mi soledad.” 
- Marwan.




junio 07, 2013

“Curamos mal de amor y herejías”


En una clínica muy limpia y remilgada
colgaba un anuncio en dos tajadas,
en la primera se leía:
“Curamos mal de amor y herejías”,
en el segundo se visualizaba:
el precio y la cura que se le realizaba.

Entró un caballero, muy guapo y de sombrero,
enfermo de amores y con cara de borrego.
La doctora, que se encontraba esperando desde enero
preguntó al paciente que si llevaba dinero.

Cúreme usted doctora mía éste mal que me tiene ciego,
escribo sin parar versos de amor, y por las noches en mi tintero navego.
Le hablo a la dulcinea como si fuera yo Don quijote,
después me duele la cabeza y grito como un coyote.
Sáneme doctora que esta enfermedad del amor me acongoja,
me trae delirando, y por la noches soñando
que caminamos con mi amada por La Rioja.
Me voy a volver loco, de pensar en su boca roja,
y lo peor de todo, es que la condenada, se muerde
los labios frente a mi  y ni siquiera se sonroja.


A ver… a ver… _dijo la doctora un poco preocupada,
te voy a revisar para buscar la enfermedad mencionada.
En los ojos te veo una luz disimulada,
será que buscas a una gitana encantada?
Déjame ver tus manos_ dijo la doctora apresurada...
Por Dios! caballero, sí que me tienes preocupada!
tus manos se mueren por dar caricias a tu amada,
y dónde pues habita esta pasmada que no viene
a que tus manos la dejen extasiada?

Pensativa la doctora…
y muy preocupada
sentòse en una mesa retirada
a pensar en un brebaje que de amor al caballero sanara

Acércate noble caballero, mírame a los ojos  y quítate el sombrero,
te diré mi pócima secreta porque te quiero.
Párate frente a un espejo
y con mucho vigor declárale tu amor,
que nada te detenga, ni te produzca temor.
Súbela a volar en tu tintero y que aunque ella piense
que de la cabeza estas un poco huero
háblale de amor y será un tiro certero

Embelesada  con tus versos quedara la pasmada
que ha pasado tanto tiempo de ti enamorada.
Anda noble caballero aprendiz de don quijote,
soñador de veleros, dueño de tu pluma y tu tintero
declárale tu amor y vive feliz con ella como un cipote!


Me voy doctora mía…
Ya no  siento esa agonía,
ahora solo sueño que bordeando en la ensena
Trincare a mi dulcinea amada y le quitare la cara de pasmada!

 ¡Un momento caballero…!
Qué no ha leído usted el letrero escrito y muy certero?
Léalo  pues bien…
usted debe pagar por mis servicios prestados,
que no son nada regalados,
y si no anda ni centavos
se me va bajando los calzoncillos apretados.
Porque la doctora necesita que le paguen aunque sea con amor
los servicios prestados por quitarle ese dolor,
y vaya caballero que con usted  quedaran bien pagados
y yo enferma de amor con los ojos apagados.


© 2008. Mayela Bou

mayo 16, 2013

No me arrepiento de nada.



No me arrepiento de nada. 

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

Gioconda Belli.

mayo 10, 2013

Mujer de ojos fascinantes



Mujer de ojos fascinantes,
mirada perdida y anhelante.
Cazadora de las horas de su vida,
fuerza interna, femenina.
Alma de Mujer-Madre,
reflejo de júbilos y angustias,
noches de oscuras pesadillas,
amaneceres triunfantes.
Sonido de pasos firmes, 
luz en mi camino errante.
Remembranza de mi inocencia,
tus caricias en mi rostro, 
manos de ángel.
Soy un fragmento de tu vida,
y hoy te honro madre,
susurrando al viento
un verso en el tiempo...
en la añoranza de la distancia punzante. 

Tu niña Chiquita.
Mayelita.




abril 30, 2013

Ella, la eterna niña de los cafetales.







Para Margarita Herrera.

Ella, la eterna niña de los cafetales.

Ella que nació con estirpe de guerrera, linaje de princesa, futura fuerza de mujer valiente, la niña de los ojos de un padre que le amaba con devoción. Horas rebosadas de dulce contemplación.

Ella que jugó en el patio grande de una casa que vigilaba los cafetales en flor, amiga de los niños y de las niñas que habitaban un mundo de carencia, adonde ella pensó nunca podría ir. Un alma generosa, ella que a su Niño Dios se abocó, para pedir el regalo más noble que alguna vez a los hijos de los jornaleros pudieron ofrecer: el Mar.
Mediste con tus pulgares los cafetales, sabías que el mar cabía en ese espacio idílico, loco y soñador, bailaste al ritmo de los vientos del mar que llegaban hasta las montañas verdes y floreadas, sueños de gaviota, ya te imaginabas con tu dulce libertad.
Ella, que perdió la fe en medio de su quimera, en su corazón se gestó la desilusión de un Niño Dios que no llegaba para los pobres, al mismo tiempo nacía en ella una conciencia rebelde que sería el bastión de su propia vida, de sus convicciones.

Ella que guardó en los compartimientos del olvido los años de infancia, el dolor de la promesa no cumplida… Días extraviados que sirvieron para convertirse en adolescente desterrada, viajera sin mapa, saeta sin rumbo, caminante silenciosa, todo ahora en sinfonía de olvido.
Ella, la que se convirtió en mujer en tierras lejanas, y retomando el curso de la tierra que la vio nacer, decidió entregarle a la humanidad tres parcelitas de su vientre maduro, y así la niña de linaje de oro se convertía en madre.

Ella, la que jugó con muñecas de porcelana y años más tarde aprendió a empuñar un fusil, la que caminó junto al profeta para denunciar, para mostrar al mundo las injusticias que partían en dos su corazón, ella la que más tarde lloraría, con inmenso dolor, la sangre injusta que derramaron los mártires de la guerra, monstruo que se comía a grandes y sangrientos bocados su país de cafetales en flor.

Compañera en la lucha de aquellos hombres y mujeres que fueron hijos de obreros, de jornaleros, de costureras, de campesinos, de vendedoras, de prostitutas, de cocineras, de pescadores… Ahora juntos sin una clase que les separe, sin una barrera que les impida compenetrarse. Ella, la que desde chiquilla quiso aminorar el dolor de la pobreza, ilusa compañera de guerra. Mi guerrillera.

Ella, la que caminaba sobre una bomba de tiempo, aferrada a las agujas de su propio reloj, agujas con las que tejía sus sueños, su cara siempre irradiada, con la sonrisa que adornaban sus ideologías, su cabeza alzada con el porte de una mujer combatiente, sobre sus hombros los sueños de libertad de una nación a la que ella tanto amó y en su alma el dolor de los caídos que abonaban los ideales de su corazón.

Ella, la que cambio los tacones por unas botas, la cartera por el fusil, la cama por los caminos, los banquetes por las tortillas y los frijoles, la que aprendió la danza del fuego con las mujeres del campo, la que se alumbró en noches solitarias con las estrellas del cielo, la mujer enamorada de su comandante, la que respiraba victorias; ella, que se enardecía con el puño alzado. En ese puño guardaba las noches de utopía, sueños delirantes que un día se realizarían. Ella, la mujer soñadora, creadora de libros, pluma de la poesía y de los cuentos que otros concibieron, la eterna niña de los cafetales, la madre, hija y hermana, amiga y compañera…

Ella, ahora, la musa de mis versos.


Lapislázuli.




 


abril 23, 2013

EL COLOR DE MIS DÍAS...




Caminé desolada sobre las plataformas de la estación del tren, el perfume del invierno era fuerte y penetrante, la tarde empezaba a caer, de las casas aledañas se escapaba el olor de las chimeneas, gruesos troncos ya muertos dando calor al humano cuerpo. Colores vivos de fuego.

Ahí estaba  ella, sentada, con la mirada fija en un punto en donde se le escapaba la vida, en  el cual se le perdían los minutos lacerantes que  le incrustaba el desamor en la piel, años desaprovechados y perdidos en la confusión.

Me senté a su lado, yo estaba nerviosa, ella no se inmutó para nada.

_Buenas tardes.   Dije con cierto temblor en la voz.

Alcancé a sentir un suspiro que llegó débil hasta mi respiración, lo inhale profundamente para conocer más de ella. Su esencia, su aroma. Su color.
Me quedé sentada a su lado como si una vida entera hubiésemos compartido juntas. Ella seguía con la mirada perdida y yo cabizbaja con la mirada sobre los rieles del tren.

Ambas no teníamos un rumbo determinado, no importaba si esa noche rodaría o no ese vagón que esperábamos por tantos años. No conocíamos horarios ni destinos, solo sabíamos que era el lugar donde podíamos cambiar el eje central de nuestra vidas. Sepultar las horas muertas. Dar fin a un ciclo que se despedía sin retorno alguno.

El silencio nos abrazaba de tal forma que ninguna de las dos sentíamos frío, el aire era ligero, transparente. Sin color. Se alojaba en los huesos y nos borraba el dolor del alma. Después de un largo rato se rompió la mudez. Su voz era melodiosa, pausada y dulce.

_El cielo está muy oscuro_  Dijo, sin quitar la mirada de su punto en el infinito.

Suspiró y volvió a hablar suavemente

_Las estrellas se han ido y hace mucho tiempo que orbito alrededor de un inmenso agujero negro, hay una extraña fuerza que me llama para habitarlo, y otra que me retiene en los afluentes de la vida, sin saber si llegare hasta el vasto mar. Azul profundo.

Al escucharla se me estremeció el alma. Busqué con desesperación sus ojos, pero ella no me los mostraba.

Le dije con vos suave:  _yo también, a veces no sé quién soy.
Deseo tanto  como tú, escapar, abandonarlo todo, volver a nacer en otro lugar, en otra dimensión, con otra historia. Un nuevo color de piel.
Sentirme despojada y libre de mi pasado, de mis errores, de mis derrotas…

Ella me interrumpió y dijo:

_En noches tan largas como ésta, sueño en habitar un espacio físico, idílico, perfecto, en calma, apenas quebrado por sus silencios, por los sonidos de la naturaleza en movimiento, por la silueta de mi propia soledad. En noches como ésta, suele ser el espacio real el que me da toda la fuerza condicionante y contradictoria de mi pobre existencia, de mi gris destino. Negro-blanco.

Hubo un silencio gélido y eterno, solo se vio roto por un suspiro mío que caía al mismo tiempo que una lagrima de sus ojos tristes. Colores transparentes.
Mi voz empezó a salir suave, trémula… tratando de que sonara con la dulzura de un verso, con la magia de la poesía, con el color de la música, como cuando el dedo meñique toca un Si en la última escala del piano para cerrar la obertura.

Después de un tiempo, que no se medir aún, rompí los colores del silencio y dije:

_Yo también me he sentido sola en ésta vida, espacio limitado, paredes de algodón, que se transforman en universos imaginarios adonde puedo escapar, estoy aquí ahora… contigo_, dije admirando el brillante blanco de la primera estrella que asomaba.


Ella preguntó.
_ ¿Y los otros?

Antes de responder, busqué su punto en el infinito, ahora en el cielo menos oscuro por la noche fría del invierno y deposité mi mirada junto a la de ella.
Café profundo, color de la tierra, ¡vida!


_Los demás_, dije suspirando.

_Siempre los otros, como sujetos culpables, como trampas cazadoras interpuestas en nuestros caminos.
Ellos y mi consciencia no pueden convivir en mi cuerpo, por lo tanto los demás son desterrados  para enfrentarme a una realidad que solo me pertenece a mí.
 Y sin embargo, ofuscada como suelo estar en noches sin estrellas, atrapada en dolorosas situaciones, entonces, acostumbro a olvidar que, seguramente, de quien estoy tratando de escapar, no es sino de mi propia sombra, de mi eterna soledad, del territorio quizá más inhóspito, cruel y peligroso de cuantos podamos habitar: nosotros mismos.
Sin ellos cerca de nosotros, sin culpables_.

Finalmente, ella retiró los ojos del vacío y me vio directamente al alma y, con una voz dulce, dijo:

_ Eres dueña de tu punto de partida, de tu propio espacio, de tus propias entrañas, de tus sentimientos y pensamientos, de tus actos, de tus palabras, de tus sueños y de las más asombrosas y originales locuras que puedas inventar. Eres dueña de tu vida y sus consecuencias.
Eres arco iris_.


Al oírla hablar, ahora era yo quien tenía la mirada perdida en ese punto del vacío de la noche sin luna.
Color de estrellas.


-¿Sabes…?_ dije suspirando.
_Desde aquí contemplo lo que fue, lo que pudo ser, lo que será, lo que yo decida que sea. Quiero ser feliz.

Ella sonrío para mí por vez primera, sus ojos y los míos se encontraron, su mirada era bella, clara, dulce y apasionada.
El silencio de la noche se rompía con el sonido del tren, la nube de humo adornaba la cabeza de ese enorme dragón que corría a toda velocidad.
El ruido de sus frenos chillantes se conjugaba con las luces que quemaban el hierro de los rieles, en los que hace algunas horas deje la mirada.
El tren se estacionó, mi vagón estaba frente a mí… caminé y antes de subir volví la vista a ella y dije:

_Metamorfosis, agujero negro, horizontes inalcanzables, caminos inconclusos, acantilados sin piedad…
Hoy te enfrento, vida, viajando en el vagón de la felicidad.
¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Cuándo llegaré?  
No lo sé, el camino me lo dirá.

Ella se levantó, sonriendo alzó su mano para despedirme.

Era hora de irme… Con casi la mitad del cuerpo fuera de la ventana del tren, maquina ahora en marcha grité:
_¿Quién eres?

Susurro viendo hacia el oriente donde despuntaba el alba y dijo, con suave voz…

_Soy el color de tus días…