febrero 15, 2016

Johnnie Walker



–Buenas noches señora mía, ¿me permite el obsequio de su compañía?
–Buenas noches caballero, ¿tiene nombre el señor del sombrero?
–Johnnie. Caminante. Dócil, hoy a sus pies.

Bajó ella la mirada y acarició el filo del vaso con la yema de su dedo mayor, sonrió con delicadeza al ver el maravilloso color ámbar de Johnnie, sin duda añejo, profundo, de carácter, agua de vida.  Sentada en el bar decidió entablar conversación con el caminante desconocido.

–A ver caminante, dime cuál ha sido tu punto de salida y qué haces en este bar en mis horas de tristezas y melancolías.
–Camino desde Escocia sin rumbo ni destino, me trajo el mar, me movió el viento, se abrieron en tierra muchos caminos, y ahora estoy aquí para darte una noche en la que tú eliges, alegrías, tristezas o melancolías.
– ¿Y cómo acabo con las tristezas antes de aceptar tus alegrías?  
–Sencillo señora mía, las matamos en las rocas o si usted prefiere,  las ahogamos con Ginger ale.
–¿Ginger ale es una chica?
–Sí. Una inglesa cortesana y dulce,  que tiene por experiencia las caricias frescas del alma.
–Muy bien caminante, trabajemos primero en las rocas, y déjeme recibir a la dama con las penas acabadas.

Y así transcurrió la noche… de roca en roca, de llanto en llanto. Johnnie acarició suavemente los  labios de la mujer,  una y otra vez, dejando en ella la huella del roble blanco donde reposaron un día, cebada, trigo, centeno y maíz. Cuando la chica llegó, ya no había penas que ahogar.
Dulcemente preguntó:

–¿Qué celebran la bella dama y el caballero de sombrero ?

Éste se adelanto y dijo:

–Hemos soltado las nostalgias, tristezas y melancolías, despeñadero tras despeñadero, así se fueron acabando. La señora ya no llora, ahora sonríe y baila con los pies descalzos, el cabello suelto y la mirada amplia.

Ginger ale se acercó a la dama, se abandonó en sus manos y cuando le rozó por primera vez la garganta ella sintió la caricia en el alma.

–Buenas noches– dijo una voz suave, fresca y melodiosa.
–Buenas noches tenga usted– Obtuvo por respuesta.

Ambas sabían que presentarse estaba de más, ese ya no era su lugar.
Ella sonrió dirigiendo la mirada  a Johnnie y después a Ginger ale. Caminó lentamente al bar, para agradecer al caballero de sombrero lo amable de su compañía.

–Me marcho Johnnie, con ella me marcho. La llevo a mi refugio donde reposa el alma, donde una por amor se juega la vida.  Gracias por la complicidad de ahogar mis penas, de soltar las nostalgias, de extinguir las tristezas.
–Buenas noches señora mía, que disfrute de la compañía. No dude en preguntar por mí en cualquier bar de la ciudad, yo la espero siempre que usted quiera venir. Pregunte por el caminante, el caballero de sombrero.

Me llaman:

Johnnie, Johnnie Walker.


© 2016. Mayela Bou