octubre 05, 2017

Las manos de mi madre.





De mi madre y su sublime profesión
aprendí el arte de la paciencia,
supe de la unión de las partes
retenidas por el hábito de la constancia.
Descubrí que las rutinas no siempre son malas,
ni los nudos dañinos.
Que del amor hay que cuidarse
como se cuida con un dedal,
sabiendo que sus punzadas son crueles
y profundas.
Que hilvanar no es lo mismo que sujetar y rematar,
siempre las cosas pueden cambiar.
Pero también aprendí que los cortes deben ser
respetados y definitivos,
porque una vez están hechos ya no hay marcha atrás.
Aprendí la magia de los colores, las caricias de las texturas,
el sabor amargo de las equivocaciones.
Aprendí a reconocer la belleza de un cuerpo desnudo,
que sus medidas son más que 60-90-60,
es el brillo de asombro en unos ojos
que reconocen el arte de unas manos prodigiosas,
las manos de mi madre.



 © 2016. Mayela Bou