septiembre 15, 2011

Kilómetro 45




Este año 2011 he llegado a mi kilómetro 45, he tenido un cumpleaños lleno de mucho amor, de compañía sincera y genuina, el tiempo ha marcado mis 45 años con cambios grandes en mi vida,  me ha regalado una tranquilidad que he buscado a lo largo del trayecto y a la que finalmente llegué.

Observo el camino recorrido entre mi Km 44 y el 45 y siento que nunca crecí tanto como en estos 365 días de mi vida.

Cumplí años el 15 de septiembre, me encontraba en Los Ángeles California, tenía más de 30 años de no celebrar un cumpleaños junto a mis 4 hermanos y mi madre, eso significó que dejé a mis tres hijos en San Salvador para poder compartirme con mis demás seres amados, y puedo asegurar que fue una experiencia maravillosa, única e invaluable.

Recorrer éste kilometro no ha sido fácil para mí, otros años me he encontrado con diferentes obstáculos y he vencido algunos y otros me han vencido a mí, pero ahora visualicé el trayecto sin nada que detuviera u obstaculizara mis pasos y al ver aquella calle recta y despejada supe que era el momento para tomar impulso y por primera vez desplegar mis alas al vuelo, sentí miedo, pero había detrás de mí una fuerza a la que no me resistí, no fue fácil despegar las alas, estaban acomodadas y frágiles pero en cuanto hicieron el primer contacto con la brisa, saborearon la frescura de la libertad, la belleza de ser yo misma.

Fue el sonido de una dulce guitarra y el canto de mis hermanos y de mamá el que me despertó la mañana del 15 de septiembre, me rodearon de amor, de abrazos, de presentes y de todos esos buenos deseos que brotaban de sus generosos corazones, un lindo amanecer con café caliente y rodeada de ellos, mis seres amados. No puedo dejar de mencionar que Lobito y Max movían sus colitas celebrando mis años de vida.

En el transcurso de la mañana recibí el amor de mis hijos a través del teléfono, ellos y yo queriendo hacer pequeño el tiempo que por unos cuantos días nos separaba, sentía que en el sonido de sus voces les abrazaba y les amaba sin frontera ni distancia, la niña de mis ojos se hizo presente con un hermoso ramo de flores que llegó hasta la puerta de la casa, mi corazón danzaba alrededor de todas sus emociones, nunca me sentí tan amada por mis hijos como en la distancia.
Mi hija echó mano de la magia de sus ángeles en el mundo, para hacerme llegar las flores más bellas que he recibido en mi vida, un ángel que ambas compartimos y a quien amamos con todo nuestro ser.

La tarde traía para mí la frescura de una bella sonrisa, la calidez de una buena compañía, la alegría de los años de infancia abriendo un regalo mágico que estaba lleno de muchas felicitaciones de colores y que bañaron mi cuerpo con el brillo y el destello de los deseos que nacen en el corazón.
Con la tarde se fueron marchando las algarabías, la lluvia del confeti y la dulzura de una linda celebración. La noche dio paso a una hermosa conversación, miradas profundas, lágrimas y sonrisas guardadas en el cofre de la comprensión, caricias que solo los ojos suelen descifrar, palabras silenciosas que se escriben sobre la piel, horas interminables dando paso al amor.

La noche llegó de puntillas sin anunciar su presencia, sin darnos cuenta estábamos envueltas en su magia, traía para mí un regalo inesperado, que solo la noche y yo sabemos que disfruto tanto, mis horas de soledad.

De pronto me encontré sola, llena de amor, de felicidad, de buenos deseos, de toda la ternura de mis seres amados, y ahí sentada en la orilla de una cama volví la vista atrás y me sentí orgullosa de mis trayectos, agradecida de los amigos que me acompañan en la vida, vi las cicatrices de mis errores y las pude acariciar en paz, observe qué, en el camino andado ha florecido una primavera que se abonó con mis lagrimas y mis sonrisas, con mis silencios y mis palabras, con mis triunfos y fracasos, una primavera que me corresponde porque me hace mujer, porque me hace un ser humano feliz de ser quien soy,  llena mi mundo de colores, de aromas, de dulzura, de tranquilidad. Una primavera que nunca terminará en los trayectos andados, mas no puedo decir lo mismo del camino que falta por recorrer, pero tengo la valentía de cruzar cualquier invierno que se venga y luego convertirlo en una primavera permanente.

Me acompañaron esa noche una blanca pagina de papel, una pluma que me ayudo agradecer a quien me llevó hasta ese lugar, lugar de encuentro, sitio de partida, instante en el que se desplegaron mis alas, y dio comienzo mi vuelo de libetad.

La madrugada me venció y no fue hasta el amanecer que me despertó una dulce voz que traía una deliciosa taza de café caliente, ya era 16 de septiembre.

Y así he iniciado el vuelo hacia el kilómetro 46.
FELIZ CUMPLEAÑOS PARA MI!