marzo 16, 2011

Recuerdos nocturnos






Hace dos meses mi médico internista me prohibió tomar café y me mando a no desvelarme y sobre todo a dormir 8 horas y no 4 como lo hacía desde hace muchos años.
Han sido dos meses difíciles, pues realmente soy una mujer nocturna, la noche trae para mí una magia que durante el día se me esconde o se me niega.
La noche de ayer, como  muchas otras estaba despierta a las dos de la mañana, ya no podía dormir, de pronto sentí un reclamo de parte de la niña juguetona que vive en mi, a la que llamare desde ahora en adelante “Mayelita” para que la conozcan.
Mayelita me reclamaba la falta de esas noches mágicas de las que les hablo, le dije que por orden médica debíamos dormir, me hizo un berrinche, un puchero y se negó hacerlo.
De pronto esa niña traviesa empezó a destapar la cajita de recuerdos que ambas cuidamos, es una cajita color azul, a la que bautizamos con el nombre de “Alma azul”.
Mayelita sacó de la cajita el recuerdo de unas casas antiguas que visitábamos con mi madre, una de ellas era cerca de casa y las visitas se debían a que la señora dueña era una enfermera que ponía inyecciones, recordamos con Mayelita, una cajita metálica en la que guardaban las jeringas de vidrio, mi madre siempre llevó su propia cajita con sus jeringas, siempre ha sido una mujer muy cuidadosa de la salud, y eso de compartir jeringas no era muy sano, a pesar de que las ponían a hervir sobre la cocina de gas en la misma cajita. Sabe Dios como estaban de despuntadas la cantidad de agujas que guardaban en ellas.
De pronto se nos vino a ambas el recuerdo de la casa, era lúgubre, una luz tenue amarilla, los focos Philips de 20 watts colgaban del techo y casi nos pegaban en la cabeza, eran techos altos, como los de las casas antiguas, si no nos equivocamos creemos que era toda de madera debe haber sido construida a principios de 1800, habían unas gradas frente a la puerta principal, al abrir la puerta se veía un corredor oscuro y puertas a ambos lados que llevaban a las habitaciones, yo recuerdo haber sentido mucho miedo al entrar a esa casa, el pasaje adonde quedaba era un poco fantasmagórico, más el pánico a las inyecciones, era todo un cuento de terror.


Luego recordamos también una casa preciosa en el centro de San Salvador, esa quizás había sido construida a principios de 1900, tenia detalles preciosos en madera y lamina troquelada, mi madre en su oficio de costurera llevaba a tallar las costuras a la dueña de esa casa. No recuerdo a la dueña, es decir no recuerdo su cara ni su voz, solo tengo la imagen de una señora vestida de negro, era una viuda.
La casa por fuera tenía balcones, con ventanas de madera, es decir puertecillas y unos trabajos de hierro forjado bellísimos. Cuando abrían los sirvientes la puerta de entrada se podía ver un pequeño corredor antes de llegar a la segunda puerta que era de madera calada por la cual Mayelita por algunos hoyitos podía ver la belleza del jardín central, emocionada e impaciente de que nos abrieran la segunda puerta. Llegado el momento, mi madre se dirigía a una sala adonde tallaba las costuras a esta señora y Mayelita corría por todos esos pasillos de baldosas españolas y finas maderas de cedro y caoba, colgaban de los techo unas lámparas traídas desde Europa, los muebles eran una belleza, había una salita para tomar café o té, y una biblioteca, la habitación de la señora era de un lujo sobrio y delicioso.
No podían faltar los santos que habían viajado en barco desde tierras lejanas para bendecir a esa familia, eran unos óvalos de madera con vidrio como soplado o inflado, a sus laterales unos candelabros finos que tenían una lucecita permanente. Me daban miedo, recuerdo.
Nunca fui a la cocina, debió ser inmensa, en el jardín había una fuentecilla y se podían ver los colores de las flores como si ellas mismas se engalanaran para darle un toque mágico de colores tropicales a la sobriedad de una casa europea.
Cuando mi madre terminaba llegaba la hora de irnos, el tiempo se me había hecho tan corto, llegó a ser mi casa favorita y la que despertó mi pasión por las antigüedades y por las construcciones en madera, sobre todo cuando ésta es tallada a mano por artistas que nunca salen a la luz pública, maestros sin nombre.

Había otra casa que era inmensamente grande, quedaba frente al colegio María auxiliadora.
La entrada de la casa quedaba al final de un pasaje, en el cual de principio a fin habían sembrado jazmines, era un olor impresionante, y aunque me daba miedo caminar por ese pasaje oscuro, las flores y su olor me daban tal sensación de seguridad que se me olvidaba el miedo.
Por lo general íbamos de noche a esa casa, la dueña había sido una señora empresaria que en sus tiempos de juventud había tenido una de las imprentas más grandes del país, era viuda también.
Al lado norte de la casa quedaba la imprenta, primero curioseado la casa, iniciaba por la sala que me fascinaba por sus muebles antiguos, recuerdo un escritorio pequeñito que era solo para escribir cartitas, tenía muchas gavetitas diminutas, volví a ver uno igual en California en el museo de The Huntington Library. El comedor era elegante, con un frutero de cristal sobre la mesa y lleno de frutas de colores con sabor a miel.  La cocina con olores deliciosos, siempre había un olor a dulce, seguro era el postre del día, la cocinera a veces me regalaba algún bocadillo, después de recorrer estas instancias de la casa, me iba a curiosear la imprenta, habían maquinas viejísimas traídas desde Alemania, siempre había un trabajador entre las maquinas, nunca supe si era real o un fantasma, vaya que daba miedo, me daba la impresión de que era Quasimodo, imagino que habrá habido una cantidad de cucarachas y ratas, que si llego a encontrar una sola rata no vuelvo, pero gracias al cielo nunca me salió una.
Mayelita recogía desperdicios de papel para luego hacer libretas, le encantaban los papeles de colores, habían rosados, amarillos, verde claro y celestes, algunos eran tiritas delgadas y otros cuadros grandes, justo para hacer libretitas para el colegio.
Con el tiempo descubrí que la casa tenía una segunda planta y con el miedo a flor de piel tome valor para dar el primer paso en aquellas gradas polvorientas y que hacían más ruido que un bus viejo, paso a paso entre el rechinar de mis zapatos en las gradas y mirar para los lados con cierto nerviosismo, llegue a un mundo mágico de letras, tapas polvosas, historias sin fin, cuentos, aventuras, novelas… La Biblioteca.
Esa noche le conté a mi hermana Celina de mi gran descubrimiento, lo último que recuerdo es que mi hermana se apresuro a pedir permiso de conocer la biblioteca.
Mayelita siente que se le refresca el corazón cada vez que huele el olor de un jazmín, recordando aquellas noches de aventura en la casa-imprenta polvorienta.

A unas 5 cuadras de mi casa, sobre la avenida España, quedaba, una de las mansiones de la familia Guirola acaudalados millonarios que hicieron su fortuna con sangre y sudor de los pobres campesinos.
A esa casa nunca pude entrar, pero ahora con los años, puedo visualizar a Mayelita subida en un murito, tomada de la reja del jardín viendo hacia la sala principal de donde colgaban unas arañas de cristal que daban luz sobre unos cuadros preciosos y un piano de cola.
Recuerdo a la niña juguetona que vive en mí,  soñando ser una princesa,  aaah… Mayelita con apenas 7 añitos creía aun en cuentos de hadas.
El jardín tenía una fuente como la del palacio de la bestia en el cuento de La Bella y la Bestia, unas enormes araucarias adornaban las esquinas, era una casa preciosa; ahora en total abandono, como recordándonos a Mayelita y a mí que los cuentos de príncipes y princesas apadrinados por una hada madrina no son ciertos.

Tengo muchas otras historias de casas fantásticas, como las dos casas victorianas que pasaba viendo todos los días cuando regresaba del colegio, o la casa Sagrera, mas lejos la mansión Istmania, y todas las casas de la familia Dueñas que tienen fama de asustar, de que en ellas habita el demonio.
Pero he convencido a Mayelita de dormir, son casi las 4 de la mañana y el doctor nos va a regañar, ya no me hace pucheros, pero ambas sabemos cuánto extrañamos esas madrugadas en las que sacamos y sacamos aventuras de nuestra Alma Azul.




Buenas noches para todos, y no dejen de escuchar a esos niños y niñas que viven dentro de su ser.



7 comentarios:

  1. Preciosos recuerdos. La foto del jazmín también me trae recuerdos de mi niñez, cuando Junior se aventuraba en el jardín de unos vecinos para oler los jazmines a mediodía.

    Debes dormir, sabes que es bueno para ti. Y también de vez en cuando, es bueno darle gusto a Mayelita. Ella te hará saber cuándo necesita salir a pasear de tu mano.

    Me encantaría tener la posibilidad de veros a las dos juntas. Debe ser una estampa de lo más tierna.

    Un abrazo enorme Maye. Gracias por compartir estos maravillosos recuerdos con Junior y conmigo.

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  2. Oye, a mí me pasa. Cuando no puedo dormir, aparecen recuerdos y más recuerdos en lo que yo considero una jaula de grillos que es mi memoria.
    :)


    Besos, Mayelita! :D

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  3. Qué lindos los recuerdos de Mayelita... La imagen también me trajo a mí recuerdos, aunque no tan buenos. Abrazos

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  4. Excelente texto y muy real, lo digo por que a mí me ocurre lo mismo; si duermo más de cuatro horas, me duele hasta la foto del carnet.

    Un saludo

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  5. Que bonito Maye!. Tu historia me ha traido muchos recuerdos de mi niñez. Yo también visitaba una casa de esas que solo pisar su suelo hacía recorrer en mi un escalofrio inmenso. El dueño, Un terrateniente ya fallecido,tenia un despacho con muebles maravillosos; olia a madera y a libros antiguos; toda la casa era un misterio para mi.
    Durante un tiempo yo iba para hacerle los recados ya que la hija se había roto una pierna y la mamá estaba enferma.
    Con el paso de los años la hija siempre me estuvo agracedida y me regaló un pañuelo de manchega muy antiguo el que guardo con mucho cariño.

    Respecto a las horas de sueño, en este último año yo también estoy durmiendo sobre cuatro horas y me siento agotadisima, a veces me cuesta dormir por el cansancio que tengo.
    Hoy me he sentido identificada contigo plenamente; una vez más es como si tú y yo fuesemos almas gemelas.

    Un beso amiga

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  6. Que dulzura, Maye, que lindo. Yo quisiera tener recuerdos asi, pero no tengo, todos se me han perdido. Si no fuera por ustedes, mis hermandos, seria como si no tuviera pasado =[

    Asiesque tenes que hacerle caso al doctor, tienen que dormir y no tomar cafe (menos a la medianoche =) te tenes que cuidar mucho porque si me llegas a faltar algun dia voy a estar irreparablemente incompleta...

    Lovo very much.

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  7. Anónimo9:30

    Mi nombre es Francisco. Quisiera saber si entre sus registros, tendra por casualidad datos de una casa que trae muchos recuerdos a mi familia y a mi, quienes pasamos buena parte de nuestras vidas en ella, pero que para mi, especialmente, tiene un contenido historico oculto, pues en ella tuve un par de experiencias siquicas, que tambien quisiera compartir con usted. Mi correo: franciscoviccini@yahoo.com, mi telefono: 7561-1002. Cuidese mucho y que Dios le bendiga.

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