septiembre 15, 2020

KILÓMETRO 54


 


!Kilómetro 54!

 

El año de la cuarentena, del aislamiento, un año sin abrazos, sin cercanía, de incertidumbres, miedos y de muchas reflexiones, el año en el que la tierra nos pidió a gritos calmar el ritmo, sacar la mirada de los celulares y ver al horizonte, el año del covid 19, un año de grandes aprendizajes en mi vida, ratitos con los sentidos en crisis, el cuerpo lleno de dolor y lágrimas, distancias punzantes, preguntas sin repuestas y caminos cerrados a pecina y piedras. Pero aprendizaje.

Así llega mi  kilómetro 54, y no deja de sorprenderme como la vida te toma de la mano y te lleva adonde nunca imaginaste, adonde te encuentras con la metamorfosis cara a cara, te pone contra la pared y te obliga a cambios que no hacen más que hacerte crecer como persona, enseñarte a vivir en plenitud. Morir de muchas maneras y volver a comenzar de una forma más real, más auténtica, más ligera. ¡Vivir!

Las experiencias y el tiempo también te llevan de la mano, cual maestra indica el camino correcto, te enseña a escoger los fuegos que no te quemaran, pero también te enseña a quemarte para volver a renacer. Siempre se puede volver a empezar, siempre podemos cultivarnos en todo aquello que nos parecía inalcanzable, tocar el cielo en la sencillez de una semilla a punto de plantar, pintarlo en una pincelada de amor sobre el lienzo de la vida, saborearlo en un panecillo caliente recién salido del horno, descubrir que tú eres el cielo, nunca negarte tu brillo y enfrentarte a tus miedos, abrazar los finales y darle la bienvenida a los comienzos, volar en tu mismo cielo, porque no necesitas más.

 

 

¿Campos de batalla? Siempre habrá, pero ahora puedo sembrar flores y vegetales en ellos.

¿Demonios?  Vendrán a bailar, y yo les aplaudiré sus danzas, pero no bailare con ellos.

¿Puertas abiertas o cerradas? Seguirán siendo muchas, quizás pinte en ellas algún paisaje fresco, con mis azules amados.

¿Caminos o laberintos? Los que vengan por transitar, a veces sola y otras acompañada, recogiendo florecillas o piedras, las primeras adornaran mi cabeza y las segundas dejaran un rastro para no olvidar que hay tramos por los que nunca se debe volver a pasar.

¿Distancia? Solo si el corazón lo permite.

¿Dolor? El que sea necesario, ese que me formó, que me parió una y mil veces y que hoy he aprendido hacer alquimia con él en la orilla de mi cama.

¿Heridas? Las que han dejado todos aquellos que me ocuparon de depósito de sus amarguras, de sus errores, sus fracasos y frustraciones, pero que cerré con amor propio y nunca podrán volver a causarme daño. Ya están lejos de mi vida.

¿Oráculos? Mis atardeceres, la lluvia, mis sueños y las estrellas.

¿Cicatrices? Mi historia y lo que falta por escribir.

¿Huellas? Las que veo cuando miro hacia atrás y las que vienen a mi encuentro.

¿Dulzura? La de mis hijos cuando me abrazan, cuando sonríen, cuando me dicen, te amo.

¿Magia? El tiempo con mis verdaderos amigos.

¿Amor? La familia que cuido y protegeré sobre todas las cosas.

¿Milagros? Cada mañana cuando abra mis ojos.

¿Vida? La que hoy celebro junto a ustedes que leen estas letras de gratitud.

¡Feliz cumpleaños para mí!


Desde las maravillosas y mágicas tierras de California

¡Bienvenido sea mi kilómetro 54!

 

 



 

 



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