–Buenas noches
señora mía, ¿me permite el obsequio de su compañía?
–Buenas noches
caballero, ¿tiene nombre el señor del sombrero?
–Johnnie. Caminante.
Dócil, hoy a sus pies.
Bajó ella la mirada
y acarició el filo del vaso con la yema de su dedo mayor, sonrió con delicadeza
al ver el maravilloso color ámbar de Johnnie, sin duda añejo, profundo, de
carácter, agua de vida. Sentada en el
bar decidió entablar conversación con el caminante desconocido.
–A ver caminante,
dime cuál ha sido tu punto de salida y qué haces en este bar en mis horas de tristezas
y melancolías.
–Camino desde
Escocia sin rumbo ni destino, me trajo el mar, me movió el viento, se abrieron
en tierra muchos caminos, y ahora estoy aquí para darte una noche en la que tú eliges,
alegrías, tristezas o melancolías.
– ¿Y
cómo acabo con las tristezas antes de aceptar tus alegrías?
–Sencillo señora
mía, las matamos en las rocas o si usted prefiere, las ahogamos con Ginger ale.
–¿Ginger ale es
una chica?
–Muy bien
caminante, trabajemos primero en las rocas, y déjeme recibir a la dama con las
penas acabadas.
Y así
transcurrió la noche… de roca en roca, de llanto en llanto. Johnnie acarició suavemente
los labios de la mujer, una y otra vez, dejando en ella la huella del
roble blanco donde reposaron un día, cebada, trigo, centeno y maíz. Cuando la
chica llegó, ya no había penas que ahogar.
Dulcemente
preguntó:
–¿Qué celebran
la bella dama y el caballero de sombrero ?
Éste se adelanto
y dijo:
–Hemos soltado
las nostalgias, tristezas y melancolías, despeñadero tras despeñadero, así se
fueron acabando. La señora ya no llora, ahora sonríe y baila con los pies
descalzos, el cabello suelto y la mirada amplia.
Ginger ale se
acercó a la dama, se abandonó en sus manos y cuando le rozó por primera vez la
garganta ella sintió la caricia en el alma.
–Buenas noches–
dijo una voz suave, fresca y melodiosa.
–Buenas noches
tenga usted– Obtuvo por respuesta.
Ambas sabían que
presentarse estaba de más, ese ya no era su lugar.
Ella sonrió
dirigiendo la mirada a Johnnie y después
a Ginger ale. Caminó lentamente al bar, para agradecer al caballero de sombrero
lo amable de su compañía.
–Me marcho
Johnnie, con ella me marcho. La llevo a mi refugio donde reposa el alma, donde
una por amor se juega la vida. Gracias
por la complicidad de ahogar mis penas, de soltar las nostalgias, de extinguir
las tristezas.
–Buenas noches
señora mía, que disfrute de la compañía. No dude en preguntar por mí en
cualquier bar de la ciudad, yo la espero siempre que usted quiera venir.
Pregunte por el caminante, el caballero de sombrero.
Me llaman:
Johnnie, Johnnie Walker.
© 2016. Mayela Bou
© 2016. Mayela Bou
hermosura!!
ResponderEliminar