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El
año de la cuarentena, del aislamiento, un año sin abrazos, sin cercanía, de incertidumbres,
miedos y de muchas reflexiones, el año en el que la tierra nos pidió a gritos
calmar el ritmo, sacar la mirada de los celulares y ver al horizonte, el año
del covid 19, un año de grandes aprendizajes en mi vida, ratitos con los
sentidos en crisis, el cuerpo lleno de dolor y lágrimas, distancias punzantes, preguntas
sin repuestas y caminos cerrados a pecina y piedras. Pero aprendizaje.
Así
llega mi kilómetro 54, y no deja de
sorprenderme como la vida te toma de la mano y te lleva adonde nunca
imaginaste, adonde te encuentras con la metamorfosis cara a cara, te pone
contra la pared y te obliga a cambios que no hacen más que hacerte crecer como
persona, enseñarte a vivir en plenitud. Morir de muchas maneras y volver a
comenzar de una forma más real, más auténtica, más ligera. ¡Vivir!
Las
experiencias y el tiempo también te llevan de la mano, cual maestra indica el
camino correcto, te enseña a escoger los fuegos que no te quemaran, pero también
te enseña a quemarte para volver a renacer. Siempre se puede volver a empezar,
siempre podemos cultivarnos en todo aquello que nos parecía inalcanzable, tocar
el cielo en la sencillez de una semilla a punto de plantar, pintarlo en una
pincelada de amor sobre el lienzo de la vida, saborearlo en un panecillo
caliente recién salido del horno, descubrir que tú eres el cielo, nunca negarte
tu brillo y enfrentarte a tus miedos, abrazar los finales y darle la bienvenida
a los comienzos, volar en tu mismo cielo, porque no necesitas más.
¿Campos
de batalla? Siempre habrá, pero ahora puedo sembrar flores y vegetales en
ellos.
¿Demonios?
Vendrán a bailar, y yo les aplaudiré sus
danzas, pero no bailare con ellos.
¿Puertas
abiertas o cerradas? Seguirán siendo muchas, quizás pinte en ellas algún paisaje
fresco, con mis azules amados.
¿Caminos
o laberintos? Los que vengan por transitar, a veces sola y otras acompañada,
recogiendo florecillas o piedras, las primeras adornaran mi cabeza y las
segundas dejaran un rastro para no olvidar que hay tramos por los que nunca se debe
volver a pasar.
¿Distancia?
Solo si el corazón lo permite.
¿Dolor?
El que sea necesario, ese que me formó, que me parió una y mil veces y que hoy
he aprendido hacer alquimia con él en la orilla de mi cama.
¿Heridas?
Las que han dejado todos aquellos que me ocuparon de depósito de sus amarguras,
de sus errores, sus fracasos y frustraciones, pero que cerré con amor propio y
nunca podrán volver a causarme daño. Ya están lejos de mi vida.
¿Oráculos?
Mis atardeceres, la lluvia, mis sueños y las estrellas.
¿Cicatrices?
Mi historia y lo que falta por escribir.
¿Huellas?
Las que veo cuando miro hacia atrás y las que vienen a mi encuentro.
¿Dulzura?
La de mis hijos cuando me abrazan, cuando sonríen, cuando me dicen, te amo.
¿Magia?
El tiempo con mis verdaderos amigos.
¿Amor?
La familia que cuido y protegeré sobre todas las cosas.
¿Milagros?
Cada mañana cuando abra mis ojos.
¿Vida?
La que hoy celebro junto a ustedes que leen estas letras de gratitud.
¡Feliz
cumpleaños para mí!
Desde las maravillosas y mágicas tierras de California
¡Bienvenido
sea mi kilómetro 54!
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