Para llegar a mi km 55 tuve que
despegar mis pies del suelo,
abrir puertas y ventanas clausuradas,
sentarme a platicar con mis ancestros y perdonarle a la vida los errores.
Construí mi universo, dejando atrás un doloroso pasado, maticé mis días de azul, y convertí las tristezas en versos.
Me regalé un jardín de etéreos
girasoles, en las tardes me siento bajo un árbol de sombra ancha para observar
mis trayectos transitados. Me encanta lo que veo. Soy feliz.
Hoy veo con amor las cicatrices, las lágrimas
saladas, las noches interminables, los días desolados y las equivocaciones; todo
lo guardo en el cielo que me bendice a diario, en el sol, la luna y las
estrellas que marcan mis veredas, en mis huellas y los rincones donde guarezco mis
tormentas.
Km 55, carretera libre, alas
abiertas, los sueños en la bolsa, las botas puestas y los vaqueros abotonados,
destino y punto de fuga, ahí te voy, y en cada despertar a conquistar la vida.
¡Bienvenido seas KM55!