¡Ay amor!
¡Ay mujer! que me arrebatas
la vida,
me matas lentamente con
gotas
de amarga indiferencia.
Y aun así, yo te nombro
todavía.
Clamo al cielo una hora más
de vida
para vivir-la en tus
profundos ojo negros,
de donde nunca saldré con vida.
Clemencia! Mujer, dice esta
letanía.
Morir en tu cuerpo es lo único
que al cielo yo le pediría.
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