Ella… que inmortalizaba sus largas
noches en una taza de café, y que ahogaba el dolor en cada sorbo, de la misma
manera en la que el grano lo ahogó en el molino que le trituró, ahora ambos
eran esencia. Ella… que buscaba leer al fondo de la taza su devenir y nunca vio
más que letras y estrellas, caminos inciertos, tiempo de poemas, amores inexistentes.
Ella… que cada noche supo que la
vida le enamoraba, que buscó en los rinconcitos de su alma esas ganas locas de
vivir, y que al alba las guardaba dobladas en los anaqueles de sus horas
vacías.
Ella… que sabiéndose diferente,
buscó caminar por las veredas del mundo ya trazadas, pasos nocturnos, silenciosos,
prudentes, de tal forma que nadie descifrara que su camino era otro. Caminó por
calles de alabastro, y cuando fue necesario se quito los zapatos para conectar
con la tierra, en su camino le
acompañaban las esquirlas hirientes una infancia solitaria, huellas de su
pasado, los insectos cantores de sus campos inventados, la suave caricia de un
rayo de luna y aquel primer beso que le hacía temblar el recuerdo.
Ella… que sabiéndose en la ruta equivocada,
sonrió siempre para los demás, entregó, amó y vivió con la medida de lo que
pudo ser, de lo que pudo dar. Ella… que añoró
cada instante de su vida correr en los campos abiertos de su vibrante
corazón, caminar despacito por su propio cuerpo, ese lugar sagrado donde nada está determinado, donde se
es libre, donde corre el agua, donde habla el viento, y la mar bordea el alma.
Ella… que un día sin más ni más
cambio la brújula, buscó su rumbo, abrió las alas, soltó las riendas y descubrió
su cielo, su sendero. Ahora descalza sobre su propio tiempo, las alas llenas de sus mágicos misterios, sus
ojos repletos de sueños color ámbar y envejecidos por los pliegues del tiempo,
ella… que extravió los latidos de sus musas amadas y que ahora los busca en
noches despejadas, ella, vagabunda de sus propias calles, tarareando su propia
cantinela, libre en su camino, dueña de su destino, amante de los pasos que da
cada noche sobre la silueta de la vida. Ella… ahora libre, hija del arcoíris,
amante de la luna, dueña de su poesía, peregrina de su propia existencia, constructora
de sus días, propietaria de su camino…
ella… que sorbo a sorbo, noche a noche construye, recogiendo los pedacitos de todo lo que había perdido.
Ella…
© 2014. Mayela Bou
Es tan reconfortante leerte cuando ando buscando mis pasos, y qué grato saberte tan dueña de ti. Cerraré este blog donde te escribo y me encantará sguirte desde otro, ya te escribiré de él.
ResponderEliminarBesos y abrazos
Graciassss! Por favor no dejes de venir por nuestro cafecito de medianoche. Es un honor acompañarte con mis letras en la busqueda de tus pasos, de tu camino.
EliminarBesos y abrazos mujer arcoiris!
Bonito texto. Sin duda "ella" se lo merece todo.
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