Agosto es uno de mis meses favoritos, no solo por que el invierno se vuelve mas copioso, si no por las vacaciones que nos da el santo patrono de San Salvador, El Salvador del Mundo.
Hemos iniciado el mes con una lluvia de casi 2 horas, mi jardín ha quedado precioso después de tanta agua, los matices de verdes que se ven me encantan, mi matita de ayote luce una hojas espectaculares, y el clima ya ni se diga, junto a mi taza de café y su humito puedo traer los recuerdos mas bellos de mi infancia. Era mágica la llegada del octavo mes del año, la feria de San Salvador se había establecido y desde la terraza de mi casa podíamos ver las luces de las ruedas mecánicas, escuchábamos su música, la cual después de 8 días ya no era agradable, pues nos desvelábamos todas las noches con el ultimo hit del momento, también llegaba hasta mi casa el olor a feria, los elotes locos, los algodones de azúcar que en aquel entonces solo habían rosados, las tostadas de plátano, los dulces artesanales y el ponche, pero lo que mas me hacia ilusión eran todos esos cuentitos y trastecitos de barro y hojalata que mi madre me compraba, además de que era una de las tres épocas en las que estrenábamos ropa; era tan lindo ver a la gente trabajando dentro de la feria, todos eran gitanos, nómadas que viven una vida sencilla y llena de magia, me gustaba ver la carpa del circo, para mí era el lugar adonde se abrigaba la alegría de los niños, me daba mucha curiosidad ver hacia adentro de unos carros viejos adonde se movilizaban de pueblo en pueblo los trabajadores del circo, era increíble como esos vehículos aun funcionaban, los adaptaban como casas rodantes, también había un señor con unos periquitos que nos leían la suerte mediante una tarjetita que sacaba con su piquito de una caja de madera, qué mas suerte podía yo tener si no la de estar en medio de toda esa fiesta. Comprábamos unos dulces de pura azúcar, eran blancos y les pintaban flores con colorantes vegetales, también una jalea de guayaba la cual comíamos con una paletita de madera, dulces de nance, tamarindo y anís.
Mis Hermanas se emocionaban al subirse al pulpo, al ziper, al trabant (no se como se escribe) en aquel entonces las ruedas mecánicas no eran tan sofisticadas, es mas, la rueda de caballitos y la sillas voladoras eran manuales, pobrecito ese señor, como le deben haber dolido sus brazos al final de la jornada.
Eran días de fiesta, magia, vacaciones, desfiles y salidas de noche (cuando la lluvia nos dejaba).
Ahora disfruto el dulce recuerdo de los días de infancia, las lluvias de agosto me deja el alma llena del amor con el que crecí, de la magia que solo experimentamos cuando somos unos chiquillos.
FELICES VACACIONES PARA TODOS!