enero 21, 2010

LIMPIEMOS LA PECERA




Los seres vivos sabemos registrar en nuestro cerebro la presencia del agua, esto lo dice un filosofo, no lo digo yo, pero también dice qué, el pez es el único ser viviente que no procesa su presencia por que vive en ella, sumergido siempre en el agua.

La comparación que puedo hacer esta noche me parece cierta, los seres humanos al igual que los peces, vivimos sumergidos en una pecera social, contaminada de paradigmas que no enfrentamos, y que no registramos en nuestro cerebro.

El agua de nuestra pecera, tiene una diversidad de contaminantes, los cuales ignoramos, por simple comodidad o por ser totalmente inconscientes.

Uno de tantos es la destrucción a nuestro medio ambiente, lo hacemos cada día con tal cinismo que mientras destruimos y contaminamos, recitamos la retórica de salvar al planeta, hipocresía pura, los medios de comunicación están llenos de anuncios queriendo hacer conciencia y ellos mismos son contaminantes, la industria de pinturas se rasga las vestiduras limpiando uno de los lagos mas bonitos de El Salvador, y por las espaldas de su fabrica se botan miles de metros cúbicos de agua contaminada con plomo, acabándose de esta manera a los ríos.

Todos nadamos en esta pecera contaminada, siendo indiferentes, mientras se discute el tratado de Kyoto,

Seguimos nadando…

Uno de los contaminantes mas dolorosos es el abandono de nuestros propios hermanos, la indiferencia; de qué le sirve a África estar lleno de fotógrafos que le muestren al resto del mundo sus calamidades, su hambre, su pobreza, si somos totalmente indiferentes al dolor y al hambre de esas personas, vemos las fotos, nos horrorizamos, y hay quienes hasta se persignan, pero qué hacemos… nos sumergimos en nuestra agua contaminada, nadamos con los ojos cerrados, como algunos peces tenemos memoria corta. No nos importan los demás mientras nosotros estemos bien.

Prueba de ello, Haití, hace unos días hable con una persona que trabaja en ventas en una de las fabricas mas grandes de laminas y techos de Centro América, con grandes expectativas me comentaba que en Haití hay posibilidades de vender el producto, quién no necesita un techo en este momento en esa pobre isla, podía imaginarme las garras dominantes del comercio, podía ver salir, de la boca de ese monstruo la baba al hacer números con las utilidades; sentí asco, miedo, sentí dolor.

Y seguimos nadando…

Mientras la sociedad discute si es legal o no el matrimonio gay, mientras otros deciden si las mujeres deben tener o no sus bebes, mientras la iglesia esconde a los sacerdotes pedófilos, mientras mueren las mujeres en Juárez, y en El Salvador las pandillas dominan a la sociedad por medio de extorsiones, hay hombres y mujeres muriendo, niños que no tienen ningún tipo de esperanza, jóvenes emigrando, y políticos haciendo campaña con la suciedad de las peceras.

Hemos perdido en las aguas turbias todo tipo de buenos hábitos, códigos morales, costumbres sanas, somos peces mutantes que perdemos los vivos colores de la vida y tomamos el color de una sociedad enferma, distorsionada por los paradigmas a los que nos aferramos y no somos capaces de cambiar.

Cada día viajamos, trabajamos, estudiamos, comemos, dormimos, todo esto atado a una sociedad en la que prevalecen principios y valores impuestos por algunos pocos que se creen dignos y qué a la larga solo nos producen insatisfacción de vida, desencuentros con nosotros mismos, dejamos de ser transparentes, honestos, auténticos, no logramos trascender, los costos sociales, ambientales y económicos son altísimos, en si perdemos el sentido de nuestra verdadera existencia.

Todos podemos hacer algo por enriquecer nuestras aguas, por recobrar los colores vivos de la vida, por oxigenar nuestra sociedad, por hacer de esta pecera un mundo diferente, cada corazón puede convertirse en un arrecife de coral, y ser un autentico ser humano.

Que maravilloso seria nadar en aguas limpias, poder vernos a los ojos todos y cada uno, limpiar nuestras almas y ser seres realmente vivos!

Buen café para todos esta noche!

enero 10, 2010

EL ARBOL BONDADOSO

Para mis hermanas, por todo el amor y la bondad que siempre han tenido para mí.
Gracias por leer éste cuento tan maravilloso, cómo olvidar aquella tarde de lluvia que disfrutamos juntas en una librería.
Gracias por regalarme una experiencia mágica y maravillosa en medio de la grandeza de las sequoias, con la ternura de tu compañía.
Lovo





"Erase una vez un árbol que amaba a un pequeño niño.
Todos los días el niño visitaba al árbol y recogía sus hojas para hacer coronas,
y así jugar a ser el rey del bosque.
El niño podía treparse por el tronco del árbol, columpiarse de sus ramas, comer manzanas y juntos jugar a la escondida, cuando el pequeño se cansaba, podía dormir bajo la sombra del árbol. El amor que el niño sentía por aquel ser del bosque era inmenso, lo que hacía sentir muy feliz al árbol.

Así nada más, el tiempo pasó y mientras el niño crecía, el árbol se fue quedando cada vez más solo.
Entonces, un día el niño regresó a visitar al árbol y este le dijo:
“Ven, niño, ven y trepa por mi tronco y colúmpiate de mis ramas, come de mis manzanas, juega bajo mi sombra y sé feliz”

“Ya estoy muy grande para trepar árboles y jugar contigo”, dijo el muchacho.
“Quiero comprar cosas y pasarla bien. Quiero dinero, ¿acaso tú puedes darme un poco?”
“Lo siento", dijo el árbol. “No tengo dinero, lo único que tengo son hojas y manzanas. Toma mis manzanas y véndelas, así tendrás dinero y serás feliz”.

Una vez dicho eso, el niño trepó hasta la cima del árbol, recogió las manzanas y se las llevó.
El árbol quedó feliz.

El niño no visitó al árbol en mucho tiempo por lo que éste se sentía muy triste; sin embargo, un día el niño regresó. El árbol se estremeció de alegría y le dijo al muchacho:
“Ven niño, trepa por mi tronco, colúmpiate de mis ramas y sé feliz”.
“Estoy muy ocupado para trepar por tu tronco”, dijo el niño. “Quiero una casa que me preste abrigo”, dijo él. “Quiero una esposa y quiero tener hijos, por eso necesito una casa. ¿Acaso tú puedes darme una casa?”.
“No tengo una casa”, dijo el árbol. “El bosque es mi única casa, pero puedes cortar mis ramas y construir una, así serás feliz”.
Dicho eso, el muchacho cortó las ramas del árbol y se las llevó para construir su casa.
El árbol quedó feliz.

El niño no visitó al árbol en mucho tiempo, hasta que un día regresó y el árbol estaba tan feliz que apenas podía hablar. “Ven, niño”, susurró el árbol, “ven y juguemos”.
“Estoy demasiado viejo y triste para jugar”, dijo el muchacho. “Quiero tener un bote que me lleve muy lejos de aquí. ¿Acaso tú puedes darme un bote?”.
“Corta mi tronco y construye tu bote”, dijo el árbol. “Así podrás navegar… y ser feliz”.
Dicho eso, el muchacho cortó y derribó el tronco del árbol, hizo un bote y se fue a navegar.
El árbol quedó feliz… pero en el fondo no lo estaba.

Finalmente, después de mucho tiempo, el muchacho regresó una vez más a donde se encontraba el árbol.
“Lo siento, niño”, se lamentó el árbol.
“Pero no tengo nada más para ofrecerte, no me quedan manzanas.”
“Mis dientes están muy débiles para comer manzanas”, dijo el muchacho.

“Tampoco me quedan ramas”, dijo el árbol, no puedes columpiarte de ellas”.
“Estoy muy viejo para columpiarme de ramas”, replicó el muchacho.

“Ni siquiera tengo tronco”, le dijo el árbol.
“No puedes trepar por él”.
“Estoy muy cansado para trepar”, respondió el niño.

“Lo siento”, suspiró el árbol.
“Desearía poder darte algo, pero no me queda nada para ofrecerte.
Sólo soy un viejo tocón, perdóname”.
“En este momento no necesito mucho”, dijo el muchacho, “sólo un lugar tranquilo para sentarme a descansar. Estoy muy cansado”.

“Muy bien”, dijo el árbol, enderezándose tanto como podía, “entonces, un viejo tocón es ideal para sentarse y descansar.
Ven, ven y siéntate niño... siéntate y descansa”.

Y el muchacho así lo hizo, entonces, el árbol fue feliz."




enero 06, 2010

INOCENCIA

Les comparto estas fotos de mi hija en el acuario de Long Beach, California, en lo personal me transmiten una ternura que difícilmente puedo explicar y me llenan de esa dulce inocencia de los niños que aun no me explico por qué la perdemos con los años.





Te amo así, inocente,
toda ternura, palpitante en lo que está fuera de ti,
tus ojos proclamando las vívidas verdades
de los colores de la vida!